Cuento de Silvia Soler. Traducción libre de Conrad Crad.
Nieves busca un vestido para su hija de diecisiete años que
ha acabado la ESO. Se pasea por las tiendas, desganada, acariciando faldas de
tul y corsés de satén. Se pregunta si a Verónica la favorecerá más un azul
turquesa o un salmón. También se pregunta qué modelo se ajustará más a su
cuerpo imposible, consumido hasta el extremo, casi inexistente. Después de
horas de subir y bajar escaleras mecánicas, después de notar cómo crece la
ampolla del talón derecho, después… se da por vencida. Verónica no querrá ponerse
ningún vestido de fiesta. Verónica no querrá ir a la fiesta de graduación.
Verónica no quiere vivir, lo ha dicho cientos de veces este último mes. Entonces
ve en un escaparate un brazalete ancho, lleno de brillantitos, y lo compra. Le
tapará las cicatrices de la muñeca.
Nieves sale de la tienda y comienza a caminar entre el
gentío. Camina poco a poco, como si estuviera medio dormida. Un hombre gordo y
sudado pasa por su lado y la hace tambalear. Unas adolescentes gritonas pasan
deprisa, la empujan y ríen. Una señora mayor avanza por la derecha y, al pasar,
le da un golpe en el tobillo con el bastón. Es un golpe de nada, pero le hace
daño. Se agacha y se frota el hueso dolorido.
Siente cómo una lágrima, que le resbala por la mejilla, queda suspendida
en el aire y cae sobre su falda blanca. Piensa
que no hay para tanto, pero llora, allí agachada, mientras continua frotándose el tobillo. La gente pasa por su
lado y la esquiva. Arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda. Esteban, que
hace pocos días que es el alcalde de su pueblo, no sabe como hará para
gobernar en minoría. Sergio, que tiene el estomago lleno de mariposas porque esta noche estrena un monólogo en una
sala pequeña del barrio de Gracia. Alberto, que acaba de ver a su mujer, de
lejos, celebrando con grandes risas las bromas de un compañero de trabajo. Como
quien no quiere la cosa, la ha cogido por el codo para atravesar la calle.
Mirella, que se ha quedado a una décima de entrar en la facultad que quería.
Joel, que hoy ha sabido que han escogido a su hermano gemelo, Quim, para la
selección de básquet junior y a él no. Mariona, a quién la empresa le ha
ofrecido marcharse a trabajar a Suecia para no quedarse en el paro. Ella sola.
A Suecia. Qué frio. Ricardo, que pasea por el centro comercial porque le han
dicho que el resultado del Tac no estará hasta aquí una hora. Juan, que quiere
sentir voces, oler cuerpos, tocar pieles y mirar caras antes de llegar a casa,
donde solo encontrará silencio y la mirada perdida de su madre que le
preguntará quién es. Julia, que se ha encallado a media novela y no
encuentra el camino para avanzar hacia el final que ya tiene decidido desde
hace un año. Cecs, que añora a su hermano después de tantos años, hoy con más
fuerza, sin motivo concreto. Añora llamarlo al despacho y quedar para tomar una
cerveza antes de ir a casa. Lo añora, y eso que no lo han hecho nunca. Murió cuando todavía estudiaban. Samuel, que
en este centro comercial no ve tiendas, ni una, pero se sabe de memoria los
bares, los restaurantes y cafeterías, todos los establecimientos donde ahora
mismo podría entra y pedir una cerveza, un vaso de vino o un cubata. Nuria, a
quién han nombrado jefa de pediatría advirtiéndole que deberá despedir a diez
personas el mes que viene. Josep, que tiene planteada la batalla más dura,
contra el enemigo más intimo; ha de vencer a su yo antiguo y lleno de
prejuicios. Sabe que no puede hacer otra cosa que ceder, dejarse ir y respirar
si lo que quiere es volver a mirar a su hijo sin verlo desnudo, en la cama, con otro
hombre. Es lo que su mujer espera de
él, lo que todos esperan de él. Y Verónica, que mira más allá de la gente
buscando el cabello rubio de su madre. Le ha de decir que Max la ha llamado
para pedirle que vaya con él a la graduación, que le ha dicho que sí. Que
necesita un vestido, quizás blanco, o salmón, o azul turquesa. Su madre la
ayudará a escoger.
Excelente relato, Contad. Las ciudades crecen y cada vez hay más soledad. Es la paradoja de la evolución de las comunicaciones.
ResponderEliminarUn abrazo