Anca, una historia más.






 


Anca se cansó de buscar a Lenuta , era como si a su amiga se la hubiera tragado la tierra. Tampoco le importó demasiado, la fiesta era tan excitante… Se sirvió  una copa de vino blanco frio y  salió a la terraza, a la noche cálida. La estrella de Venus ya parpadeaba en el cielo despejado, la ciudad, bajo sus pies, latía prometedora… Observó el fluir lento del tráfico por la elegante avenida, los regios edificios y  más allá, los jardines y el río Dâmbovița con sus aguas negras y titilantes. Hechizada por toda aquella magia cosmopolita, por aquel mundo en el que sentía que todo podía suceder, se  olvidó de la fiesta, de las personas, incluso dejó de escuchar la música hasta que una voz, cerca de su oreja, le hizo volver al presente.

— ¿Nos hemos visto antes?

 El hombre que le hablaba llevaba un traje caro azul marino. Un buen corte de pelo cuidadosamente repeinado. Le sonreía con los ojos, con la boca, con los labios húmedos y los dientes blanquísimos.  Toda su vida, pensó Anca, había fantaseado con un encuentro así y ahora que estaba sucediendo, sintió que flaqueaba y tuvo que apoyarse con torpeza sobre la barandilla. Él la agarró del brazo y fue como si la  salvara de precipitarse al abismo de la noche.

—Cuidado —le dijo —. No me gustaría perderte, ahora que te he encontrado.

El juego de seducción fue de lo más directo. Estaban tan cerca que sus hombros se rozaban.  Su cuerpo se tensó al inclinarse hacia él,  percibió  el aroma a madera y cítricos de su colonia. Deseó que la apretara entre sus brazos, que la besara…

—Me llamo Iván—le dijo —. Eres preciosa...
 
Al decirle su nombre, Anca notó que se sonrojaba.


—Me muero por estar contigo—le susurró y ella sintió su aliento cálido al oído—no hay otra cosa que más desee...


En ese momento decidió que llegaría hasta el final, la llevase adonde la llevase.



Acabaron  la noche en un hotel. De repente se estaban besando, ya no llevaba puesta la blusa, las manos calientes y secas de Iván le  acariciaban los pechos desnudos y luego bajaban hasta su entrepierna, jugueteaban con el elástico de sus bragas y anhelantes se abrían paso hacia su sexo. En una vorágine de deseo y placer, acabaron yaciendo desnudos y  exhaustos en la cama. Había sido tan excitante que apenas podía soportarlo. Esto no tenía nada que ver con ninguna de sus experiencias anteriores. No era como esos otros encuentros descafeinados y previsibles, esos encuentros  rápidos y resecos a los que estaba acostumbrada.



—Me gustaría quedarme—le dijo él acariciándole el cabello—. Pero dentro de unas horas salgo para  Bruselas. Quiero verte otra vez.


Se despidieron junto al Promenada Mall, en el distrito de Floreasca. Anca aguardó en la acera hasta  que el coche desapareció  y luego corrió hasta la parada de metro más próxima. Con un poco de suerte su madre aún no se habría levantado, estaría durmiendo la mona con su nuevo novio. Iván le había dicho que la llamaría a la vuelta..

Pasó los días sirviendo hamburguesas como una autómata. En su cabeza solo había lugar para  él. ¿Será diplomático? fantaseaba,  ¿trabajará en el Parlamento europeo? Era tan guapo, tan sexy… nadie la había tratado nunca así. ¿Me llamará? Dijo que lo haría, pero… igual ya se ha olvidado, igual no he sido más que un polvo, un calentón… pensar así la llenaba de angustia, la desasosegaba,  sentía ganas de llorar.

Y entonces, el jueves por la tarde sonó el teléfono y era él. «No puedo dejar de pensar en ti» le dijo «me estoy volviendo loco». Lamentablemente tenía que viajar a España el fin de semana. Negocios que no podían esperar. ¿Querría ella acompañarlo? El trabajo solo le ocuparía la mañana del sábado, después tendrían todo el tiempo para ellos, para haraganear al sol, para bañarse,  para hacer el amor hasta terminar agotados. Le enviaría un billete de avión. Un chófer la recogería en el aeropuerto de Málaga. «Ven, por favor»  le suplicó «no puedo aguantar más sin verte».

Pensó que nunca había estado de esa manera con un hombre, que nunca había salido del país, que nunca había montado en un avión. En un arrebato le dijo que si. Cuando colgó  sintió como la adrenalina le corría por las venas, la excitación,  la inquietud de la aventura.

Le resulta imposible discernir cuánto tiempo lleva ahí tirada cuando oye un movimiento detrás de la puerta. Quizá unas horas. Quizá días… Recuerda vagamente el viaje en avión, al hombre que la recogió en el aeropuerto con un coche negro, después el vacío, la nada. El dolor, y un frio helado han  calado en su cuerpo, el miedo forma parte de ella.

La puerta se abre lentamente. En la penumbra gris y borrosa que entra por la ventana una figura cruza el umbral y se le acerca. Anca apenas logra distinguir algo, su corazón se detiene. En mitad del cuarto está Iván.

Intenta hablar, pero tiene la boca tan seca… De alguna manera consigue incorporar su cuerpo dolorido, apoyar el hombro en la pared.

Dos hombres han entrado detrás y se han quedado junto a la puerta. Puede que uno sea el chófer que la trajo hasta la casa, no sabría decirlo. Iván se detiene frente a ella y la mira con calma, sin sentimientos, como si nunca la hubiese visto antes. Su zapato  se  clava medio palmo por debajo de sus costillas y siente como el dolor se extiende hacia el estómago y la paraliza. Encoge las piernas y acurrucada intenta protegerse con las manos.

La segunda patada le acierta en la espalda. Anca  grita pero de su boca no sale más que un murmullo ahogado. Con los ojos abiertos de par en par  mira a Iván. No puede creer que esto esté pasando.

Iván  la agarra del cuello. Ella intenta coger aire, pero antes de que le dé tiempo, un puñetazo en la cara hace que la mirada le centellee y suelta un grito de dolor, de humillación, de desconcierto.

— ¿P-por qué me haces esto? —solloza.

Iván la vuelve a coger del cuello, no le llega el aire, va a morir estrangulada.

— ¿Crees que me importas algo? —contesta, y suelta una risotada seca y apática—. Joder, eres más ingenua de lo que imaginaba, pequeña puta de mierda ¿Acaso pensabas que estaba loco por ti? No te enteras de nada. Para mí eres un trozo de carne, dinero, nada más que dinero.

La sangre le brota de un corte en el labio. Iván la suelta, se vuelve y dice algo en lo que parece ser ruso. Uno de los hombres asiente con la cabeza.

Antes de salir habla en rumano, para que Anca lo entienda —Encargaros de esta puta. Cuando hayáis terminado, explicarle lo que esperamos de ella y lo que le pasará si nos causa problemas.

Anca no tiene fuerzas ni para girar la cabeza. Los pasos de Iván se alejan del cuarto y escucha como  los dos hombres se acercan. Por el rabillo del ojo los ve desabrochándose la bragueta y entonces rompe a llorar, les da la espalda y se abandona…

 










 
 
 





 





Comentarios

  1. Escalfriante... y la parte más horrenda es que hay infinidad de historias como ésta, o peores.

    Excelente texto, de verdad. Un beso.

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  2. Gracias, Alma por el comentario. El mundo está lleno de historias como esta y lo peor de todo es que no hacemos demasiado por evitarlas. Un beso.

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  3. Ay, Conrad, que terrible. Muy bien narrado. Cuesta creer que se pueda ser tan ingenua y tan desalmado. Pero ambas cosas existen lamentablemente.
    Un abrazo

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  4. Una historia que parece que va a tener un desarrollo romántico pero que acaba siendo un drama humano. Y lo peor de todo es que hay casos como este. La "caza" de jóvenes ingenuas para ejercer la prostitución es todavía una lacra de esta sociedad. Muy buen relato, Conrad.
    Un abrazo.

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